Capítulo 7: Obsidiana verde
Cruzó el espacio que les separaba y se paró enfrente de la fachada
de la cabaña de Hades, lo de cabaña era relativo, pues reflejaba a la perfección
el trabajo de Hades en el infierno al estar construida de obsidiana brillante, que relucía con la luz de los
fuegos verdes que la rodeaban, dotando a la calavera de la entrada de un punto más
fantasmagórico, que coronaba la casa distanciándola de cualquier otra.
Alcipe había estado allí muchas veces, pero cada vez que
tocaba a la puerta le recorría un escalofrío. A pesar de tener ciertas
similitudes en cuanto a la personalidad de ambos dioses, eran contrapuestos;
donde Ares era ardiente e insensato, Hades era frío y calculador. Las dos caras
del fuego, suponía.
La puerta se abrió sola y del otro lado surgió una figura
delgada que destacaba en la oscuridad de la casa. Era Ylena, la hermana de
James. El pelo negro y las ojeras que surcaban su cara hacían que su piel
resultara aún más pálida, comparándola con un cadáver.
La mueca que le dedicó a Al, por el contario, le hizo
parecer más acorde a una chica de quince años normal.
- Está arriba – le dijo simplemente. Su hermana puede que
tuviera sólo 15 años, pero sabía perfectamente lo que hacía su hermano. No era
una adolescente normal; muy pocos mestizos lo eran, claro; pero normalmente los
mestizos de los tres dioses mayores lo pasaban peor antes de llegar al
campamento y recibir tutela.
Al asintió, se sabía perfectamente el camino pero se
ralentizó recorriéndolo, le gustaba ese lugar, le hacía sentir segura; como si
nada pudiese traspasar esos muros. Quizás era también por la ausencia de ruido,
en su cabaña era todo lo contrario; allí
era silencioso, no se oía nada, ni siquiera las pisadas de sus habitantes al
moverse.
Abrió la puerta del final del pasillo y se asomó por la mirilla.
Estaba todo como la última vez. Ordenado, pulcro y limpio; ningún hoyo en el
suelo. James estaba tumbado en la cama, no se había movido desde que abrió la
puerta. Ya sabía quién era. Al entró y cerró
la puerta a su espalda y al volverse ahí estaba él.
- Tienes que decirme como haces eso – le increpó.
- ¿El qué? –Al lo estudio, no había cambiado mucho en 9
meses, quizás era un poco más alto, pero sus ojos eran iguales, negros como el
carbón, aunque siempre tenían una chispa de vida que los incendiaba.
- Moverte sin hacer ruido. Los dos lo hacéis – James se rió
mientras se revolvía el pelo oscuro, muchos lo tomaban por negro, como el de
Ylena, pero muy pocos veían la diferencia y aún menos los que sabían que en
realidad era un tono marrón muy oscuro.
- Creo que viene en los genes – respondió- ¿Qué tal el curso?
Al no había venido a eso, no quería hablar y mucho menos de sí
misma así que lo atrajo hacia sí con las manos y lo besó. Siempre igual, con
urgencia y rapidez. Él tardó unos segundos en contestarle, pero profundizó el
beso y la sujetó por la espalda. Se sucedieron varios besos rápidos y caricias salvajes
antes de llegar a la cama.
Ya se conocían, sus cuerpos se comunicaban perfectamente,
notando los deseos de cada uno; ajustándose al tiempo que ambos necesitaban y
desembocando en una convulsión buscada al mismo tiempo. Al sabía que era la
forma en la que la recorría con las manos y la boca lo que la impulsaba a ir a
su lado en todo momento. Para ella el sexo era una batalla en la que se ganaba
cuando ambos salían vencedores.
Al terminar se tumbaron para recuperar el aliento, y se oyó
un sonido hueco. La cena había empezado “Mierda” se dijo Al, se suponía que
debía estar en la mesa con su cabaña. Pero le apetecía mucho más quedarse
mirando el techo en la cama. Al final suspiró y se levantó a buscar su ropa interior.
- Te puedes quedar aquí si quieres – se removió James en su
cama- No tienes que irte tan rápido.
- Ya, es que ha venido un nuevo miembro esta mañana y deberíamos
estar todos con él. Es su primera cena- Se vistió lo más rápido que pudo y se intentó alisar el
pelo.
- Además tú también deberías bajar con Ylena. No es que te
eche mucho en falta pero a nadie le gusta cenar solo.
- No tengo ganas de cenar, pero debería. Está bien, no me
mires más así.
- De verdad no entiendo cómo de aguanta Ylena.
- ¿Cómo me aguantas tú?
- Esto es distinto – se ríe.
- ¿Cómo de distinto? – James se levanta, no es mucho más
alto que ella, pero aun así impone.
- Distinto – le respondió secamente Al – No te preocupes, me
sé las reglas.
- No quería decir eso…
- No, si no lo decía malas – le responde riéndose – Me gustan
tus reglas. Pero tengo que irme, y vístete tú también.
Dicho esto abrió la puerta y se marchó por donde había
venido, estaba de bastante mejor humor y le había entrado hambre. Además no
podía ocultar que tenía curiosidad por
saber de quiénes eran los nuevos mestizos.
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