Capítulo 13: Una extraña petición
En el camino entre ambas cabañas Al se dedicó a poner en
orden sus pensamientos. Además de la cabaña de Hefesto no podría pedirle ayuda
a ninguna más. Los hijos de los tres grandes dioses no tenían nada que ganar
con el trato y los de los menores… más que perder. Liz enfadada era un enemigo
temible y muy pocos osarían enfrentarse a ella y mediar en el desafío.
Al suspiró, no entendía por qué Liz había aceptado. Ella
misma lo dijo, no tenía nada que ganar. Quizás sus hermanos la habían
convencido por el bien de la cabaña, pero la idea de Lizbeth cediendo no se le pasaba
por la cabeza muy a menudo. Bueno, las cosas son así y punto, no merece la pena
pensar en las razones por las que ha aceptado, pensó Al al llegar a la cabaña.
Era una casa llena de agujeros y desperfectos tapados con
madera o cartón, encima del marco estaba el emblema de Hefesto, un martillo y
por encima de él miles de experimentos y construcciones fallidas hacían de
techo. Al llamó a la puerta una vez, y luego otra, y después de seis intentos
más se enfadó y decidió abrir la puerta.
Craso error, en la entrada un agujero enorme cubría todo lo
que debería ser suelo y casi hace que Al caiga por él, pero gracias a sus
reflejos de guerrera tuvo tiempo de sujetarse al marco de la puerta antes de
caer.
Al estaba estupefacta, nadie podía dormir allí, la casa era una
trama visual para que nadie percibiera lo que de verdad escondía. Delante de
ella unas escaleras de metal la invitaron a descubrir lo que escondían, Al no
se lo pensó dos veces y dominada por la curiosidad bajó.
Se encontró con un sistema de túneles excavados en piedra
pero no veía ninguna luz al final del camino, si es que existía ese fin. Iba a
volverse cuando algo surgió de uno de los túneles. Al se puso en guardia, pero
se relajó inmediatamente cuando resultó ser Christine.
- Mierda –dijo- ¿Qué haces aquí?
- Iba a… - Al salió de su estupor- ¿Qué es esto?
- Son túneles, por ese se va a la cocina y por aquel a los
dormitorios – le contestó.
- ¿Y tenéis permiso? – Al dedujo que no por la expresión de
su cara, y se le ocurrió una idea – Vale, lo entiendo, no diré nada, no soy una chivata. Pero a cambio me
tenéis que hacer un favor.
- Eso es chantaje – Christine sonrió – Pero por supuesto que
estamos de vuestra parte, tenemos muchas ganas de dejar de esconder esto.
- ¿Cuánto hace que lo habéis hecho?
- Digamos que cuando llegué ya se habían construido dos – le
respondió. Christine era una de las veteranas del campamento, y eso significaba
que aquello estaba excavado desde hacía más de seis años. Al estaba muy
sorprendida.
- ¿Y nadie lo ha descubierto?
- Sí pero… bueno, siempre encontrábamos una manera de
callarlos. Además no traemos a mucha gente aquí.Una vez se perdieron algunos hijos de Hipnos y les
convencimos de que era un sueño – recordó – Pero me encantaría que nos dieran
permiso para remodelar la cabaña ¡Podríamos hacer aún más cosas!
-¡¿Más?! ¿Aún tenéis más cosas planeadas? – exclamó Al, asombrada
ante las palabras de Christine.
- Claro, si nos dejan utilizar el río podríamos hacer un
pasaje subterráneo a través de él que nos llevara al bosque y después... – Y Christine
se perdió en sus pensamientos y empezó a utilizar un vocabulario que para Al
era como si estuviera hablando en chino.
- Bueno, vale, lo entiendo – la cortó Alcipe, sabía bien que
podían pasar horas hasta que volviera a la realidad – Pero ¿Podrías echarle un
vistazo a nuestro carro? Nada especial, sólo decirnos si va a funcionar o se va
a romper a mitad de la carrera.
- Tranquilos, vosotros no os acerquéis a nuestro carro ni al
de Atenea y dejádnoslo a nosotros – sonrió – No creo que aguante mucho después
de lo que tenemos preparado.
Al se estremeció, los hijos de Hefesto no tenían fama de
guerreros pero Zeus sabía que si se les antojaba podían ser mortales. A pesar
de que seguía teniendo dudas aceptó el trato y se despidió de ella, no tenía
tiempo que perder. Y necesitaba volver para echarle un vistazo a Kevin, no se
lo hubiese comido Troya.
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